Ayer se consumó mi regreso a los tatamis de manera oficial, por decirlo de alguna manera. Volví a Wuji, el dojo que me vió crecer como aikidoca y donde di mis primeros pasos, y caídas, en esto del aikido.
Estuvo bien ver que nada a cambiado, que la gente sigue ahí, y sobre todo fue bonito ver lo bien que me recibieron y notar el cariño de los compañeros.
Y entrando en materia, os diré que el tiempo no pasa en balde, que las cosas se olvidan si no las trabajas y que sobre todo, ¡se pierde flexibilidad si no entrenas!. Todavía tengo dolores en las piernas, pero sobre todo me duele la parte trasera de las rodillas de sentarme en seiza, ya que no estoy tan flexible como antes.
Pero bueno, salvando los problemas de la post-operación y dejando a un lado mi rigidez absoluta en algunas partes del cuerpo, el entrenamiento fue muy bien, mejor de lo que me esperaba.
Estuvimos trabajando todo el tiempo sobre
ryo katate dori variando las técnicas, y os diré que con la que más disfruté fue con el
kotegaeshi, ya que no lo dude e hice la caída como dios manda, dejando las costillas en el tatami. Reconozco que cuando entreno, me gusta la intensidad, notar que trabajo, que sudo. Igual soy un poco raro, pero el cuerpo siempre me pide estar a tope cuando hago alguna actividad física.
Acabe rendido, con el keikogi encharcado en sudor y con dolores por todo el cuerpo, pero el lunes estaré otra vez ahí, dando lo mejor de mi mismo e intentando aportar mi granito de arena.
Nos vemos en los tatamis.